3 feb 2014

Desconchón




De joven me comparaban con una muñeca de porcelana. Mi tez pálida, mis mejillas siempre sonrojadas, mi peinado y atuendo impecables… Siempre fui extremadamente hábil con el maquillaje. Las luces de gas me vieron con innumerables amantes cuando bajaba del escenario; hombres a los que había hecho llorar con mi melancólica música, con mi voz inocente.

Hoy, la lluvia de tantos otoños ha cuarteado mi maquillaje como la pintura de una pared. Por más que me ponga, no puedo ocultar mis arrugas. La muñeca de porcelana está descascarillada, y tirada en el rincón del olvido. Mi voz se quebró al mismo tiempo que mi rostro, mostrando bajo la superficie la profunda verdad que todo este tiempo ha ido calando.

Tirada en ese rincón oscuro, apenas se fijan en mí. La muñeca rota está al fondo del baúl y ya no juegan con ella. Tan sólo de vez en cuando, alguien ve la belleza de los desconchones y juega conmigo de nuevo. Algún día, algún antiguo niño llorará al saber que la muñeca está rota.


Imagen: Beatriz Pérez | Texto: Carlos Mingorance

No hay comentarios:

Publicar un comentario